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pero más héroe, sin comparacwn, será usted teniendo dominio sobre su cuerpo, sobre su corazón, sobre todas sus inclinaciones, viviendo sometido a la ley santa de Dios. 'Tal vez huya quien no tiemble en lo más rudo del fragor de la batalla, y, en cambio, no tendrá energía de voluntad para vencer las tentaciones de la vida. Consentirá en el pecado con la sola vista de un objeto o persona que excite su pasión, o dejará tal vez de practicar la religión por temor a la sonrisa de un com· pañero frívolo e irreligioso. Esto es tener concepto erróneo de la vida, de la re– ligión, de Dios, del alma. El más ¡,'Tande valor ha de mostrarlo el hombre en la realización de la más seria de las empresas, que es el ejercicio de la virtud, la salvación del alma. «Mejor es--se dice en Los Proverbios-el varón su– frido que el fuerte, y el que se domina a sí mismo mejor y más valiente que el conquistador de ciudades.» Siguiendo la comparación del soldado, ha de acos· tumbrarse usted, en el orden espiritual, a lo que se hace en la milicia. Vea con qué denuedo combate el soldado cuando su jefe tiene .puestos en él los ojos. Su valor y esfuerzo será mucho mayor si su mismo rey contempla su lucha. Avive la fe cuando en la vida tenga que sostener algún duro combate. Cristo, su divino Rey, le está con· templando. Aún más: le está animando en la pelea; le envía su luz y su gracia para confortarlo. Y este re· cuerdo santo, esta persuasión de que Cristo le mira y ayuda será capaz de comunicarle un valor invencible para salir victorioso. El soldado pelea denodadame·nte por alcanzar una -183-
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