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ojos y al mismo tiempo que le humillan en la presen· cia de Dios le sirven para hacer más Intensa y fervo· rosa su vida cristiana. Si usted cumple sus propósitos, inspirado en la litur· gia de la Iglesia, yo tendré que repetir: «¡Feliz culpa la de usted, que ha sido el principio de su regenaración espiritual!» Con todo, mi amado hijo en Cristo, no bastan los bue. nos deseos que ahora le animan. Debe usted prevenirse para el porvenir. La vida siempre le presentará sus luchas, y necesita revestirse de valor cristiano para resistir el diario combate que la vida le presenta. Usted es hombre, es decir, varón, en latín vir, que viene a confundirse con vis, que significa fuerza. Esta fuerza ha de conservarla usted principalmente en el alma, en la voluntad, a fin de saber resistir los asaltos del enemigo y mantenerse, por encima de todo, en la gracia de Dios. Usted, asimismo, es cristiano. Y como cristiano ha de mostrar, siempre y en todas partes, el valor necesario para no sucumbir en la lucha. Valor es la cualidad del alma que mueve al hombre a acometer grandes empresas y arrostrar sin miedo los peligros. Valor titme el marino, que se lanza al océano en frágil embarcación, sin temor a las tempestades que puedan sobrevenirle. Valor muestra el soldado que mar– cha intrépido al campo de batalla y sigue luchando en medio del rugir del cañón y del silbar de las balas hasta alcanzar victoria del enemigo, o caer envuelto en su propia sangre. Mucho mayor es el valor que conserva el cristiano que, en medio del mar alborotado del mundo, sabe ven– cer el embate de la tempestad que le alzan los enemi- -181-

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