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pecado, y las puertas del cielo le estarán cerradas para siempre en tanto que de su pecado no se purifique. Salga pronto de su miserable estado, no sea que le sorprenda la muerte siendo náufrago de la vida, y así lo sea por toda la eternidad. Vuelva a Dios, que le es– pera con los brazos abiertos como amantisimo padre, y, por su retorno a la gracia, habrá gran fiesta en el cielo, y se regocijará en el Señor su afectísimo en Cristo Jesús, FR. c. DE V. - 17.4-

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