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algo más de calma en mi corazón. Los consejos de us– ted para resistir la tentación llegaron tarde ... Ahora me encuentro en un mar de confusión al ver mis bue– nos propósitos quebrantados, caído por tierra el plan de vida cristiana que me había formado, sin ánimo para levantarme de mi caída, preso en las redes del pecado, que me tienen cautivo el corazón. »No obstante, me he resuelto escribirle a usted para que me aconseje y me tenga presente en sus oracio– nes.» .Ya veo, mi querido amigo, que usted es un pobre náufrago ·de la vida. Dejó en la tormenta de luchar con las olas, y esas olas han deshecho la blanca y hermosa barca de la gracia. Y ahora su alma se ve envuelta en la vorágine del abismo, con peligro de perecer para siempre. Recordará usted que hemos comparado nuestra vida con el mar. Y, siendo la vida un mar donde se fraguan, de continuo, horribles tempestades, naturalmente, tiene que haber en ella temibles naufragios. ¡Y cuántos náufragos de la vida hay por el mundo! Náufrago de la vida es el niño que da con un mal compañero que le muestra el camino del vicio, y con ello marchita la flor de su inocencia. Náufrago de la vida es el joven o el hombre maduro que hace de su cuerpo, que es templo del Espíritu Santo, miembro de una meretriz, como dice San Pablo, entregándose a la impureza. Náufrago de la vida es el hombre de nego– cios, que, dando de mano a la moral, se apodera de lo que no le pertenece. Náufrago de la vida es el que blasfema, el que se Embriaga, el que odia al prójimo. Náufrago de la vida es, en fin , todo hombre que peca -171-

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