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Dios no dejará de escucharle. Tenga mucha fe en su amor y misericordia. Acaso cuando más desolación sien– ta en su interior y prorrumpa en estos gemidos : «Se· ñor, ¿dónde estás· que no te siento ni veo?», pueda es– cuchar, en su alma, una voz suavísima, como silbo de viento, que le diga: «¡Si estoy contigo, hombre de poca fe!» Dios está con nosotros en medio dP las más fieras tormentas que podemos tener en la via". Y con Dios. no tema, que habrá de salir victorioso en todas las lu· ehas. Esto es lo que desea y pide para usted su afectísimo en Cristo Jesús. FR. C. DE V.

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