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perdida en la inmensidad del mar alborotado, se vea combatida por los vientos y las olas? Como ve usted, la tentación es una prueba. Mire el platero cómo va examinando y probando la calidad de los metales con sü piedra de toque. Y al hacer la prue– ba dice: <<Esto es oro; esto, plata; esto, estaño.» Dios tiene también su piedra dE' toque para probar la virtud de sus elegidos. Esta piedra de toque es la ten– tación. Ante esta prueba hay quien se conserva puro y brillante como el oro; quien, como la plata, y no fal– tan quienes muestran , como el bajo metal, su ruindad y miseria. La destreza del piloto se manifiesta principalmente en la tempestad. El valor del soldado, en el campo de batalla. La fidelidad del cristiano, en la tentación. La tentación, además de probarnos, nos humilla, por– que nos hace sentir nuestra propensión al mal, nues– tra debilidad, y esto nos confundE' en la divina pre– sencia. Cuando el vencedor romano, entre Jos vítores de la multitud, pasaba por debajo del arco de triunfo alzado para celebrar su victoria, había un heraldo encargado de decirle para que· no se ensoberbeciera: «Acuérdate que eres hombre.» Heraldo de Dios viene a ser la tentación, que nos di– ce para humillarnos: <<Acuérdate que eres hombre, hom– bre débil, lleno de ruindad y, sin Dios, no hay en ti más que pecado.» La tentación templa nuestra alma en la virtud. Al sentir sus impulsos nos despertamos de nuestra ordi– naria pereza en el bien obrar y nos convencemos de la necesidad del esfuerzo para servir a Dios. El trigo germina mucho mejor con los hielos y las -l67 -
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