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CARTA 32 LA TENTAClON Carisimo en Cristo: Al escri!Jirle en mi última carta sobre las tempestades de la vida. dejé de intento espe– cificarle las· que el hombre sostiene en el orden espi– i-itual. • Ha de saber usted que, con harta frecuencia, se cier– ne sobre el alma del cristiano una fiera tormenta. Y es 1<¡ tentación. De esto me propongo ahora darle algunas nociones para que sepa salir de ella victorioso. La tentación es un movimiento, un atractivo, una ins– tigación o impulso al mal, al pecado. Puede surgir de nuestro mismo interior por el empuje de nuestras pa– siones o venir del exterior por la sugestión maligna de los hombres o de los espíritus. La tentación en sí no es pecado; pero nos abruma en gran manera. porque nos hace experimentar nuestra debilidad y miseria y además nos pone en peligro de apartarnos de Dios por el pecado. Cierto que si nos dejamos vencer de ella se convierte, para el que la experimenta, en ocasión de caída; aún más: en una tremenda desgracia. En cambio, si luchan– do con ella, salimos victoriosos, se transforma en cri– sol en donde nuestra alma se purifica, se hace fuerte en la virtud y , por ello, se convierte en fuente de méritos. .-160-

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