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siempre. Por doquier se le mira rodeado de placeres; en todas partes encuentra amigos que le adulan y le sirven. Razón tenia nuestro poeta clásico para glosar este estribillo: Poderoso caballel'O es don dinero. (QUJ~Vt:DO.) Asi es en verdad: El dinero es un poder de los más absolutos en la tierra. Para el rico, los más finos tra– jes, los más elegantes muebles, los más lujosos hote– les, los automóviles más deslumbrantes, la mesa más espléndida, una constante orgia. Bien podemos afir– mar que para él son accesibles todas las fuentes, todos los prados, todos los resortes de la humana dicha. Co– mo nada se opone a la satisfacción de sus aficiones, puede pasar la vida en completa fiesta, en perpetuo goce. Usted, como hombre de mundo, conocerá bien lo que es el juego de naipes. Sabrá perfectamente que para ganar en este juego no sólo se requiere la pericia o habilidad del jugador, sino también que le favorezca la suerte, y para ello, al repartirse las cartas de la ba– raja, han de tocarle aquellas que sean triunfos, y el que más y mejores triunfos tenga es el que piensa ganar el juego. En este juego de naipes que es la vida humana, para ganar los aplausos del mundo, disfrutar de sus placeres y vencer los obstáculos que se oponen a la menguada felicidad de la tierra se necesitan también cartas de triunfo. Y el triunfo en este juego humano es oros. «El triunfo es oros», exclaman muchos hombres que se lanzan por la vida con el único fin de enriquecerse sea como sea. Esto lo repite no sólo el ladrón vulgar, - 151-
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