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CARTA 30 «PODEROSO CABALLERO» Car!simo en Cristo : Según le tengo dicho, el hombre abriga un deseo ardiente y constante de gozar . Con todo, no pocas veces se siente abrumado ante el dolor. Dolor que quiere evitar a todo trance, para pasar la vida sin ninguna molestia, sin ningún sacrificio. Mas para lograr Jos goces que pide el corazón y evi– tar las incomodidades propias de este destierro, es menester un medio, que no está al alcance de todos y cuya adquisición es disputada con el más ciego furor. Este medio es el dinero, o sea, las riquezas. que son para el mundo la suprema aspiración del hombre. En ellas se encuentra la llave de la humana felicidad. Por eso despiertan la codicia de Jos hombres, que, fascinados por sus encantos, ponen en ellas el alma y el corazón y van en su busca, sin perdonar trabajos y sacrificios. Por ellas se recorre la tierra, se surcan los mares, se pierden horas de reposo, y cuando se duer– me, se sueña con ·billetes, con cheques y talonarios, con todo lo que proporciona una próspera fortuna. La posesión de las riquezas hala,ga suavemente el ego!smo, porque traen consigo toda suerte de honores, comodidades y regalos. El rico, de ordinario, triunfa -150-

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