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La historia de David se repite con frecuencia en el mundo. No son raros los dramas de pasión que traen numerosos desastres a la familia y a la sociedad. Pero el desastre mayor puede venir al hombre en– tregado a los placeres cuando menos lo piensa : el águi– la que se ceba en una carroña, olvidando las alturas del espacio, puede ser de improviso alcanzada por los tiros del cazador. El alma que en vez de remontarse a las alturas de la virtud se ceba en la carroña deJ. vicio, es posible que caiga de repente en manos de esa te– rrible cazadora que es la muerte y sea al momento trasladada a los tormentos eternos. Ahora quiero recordarle cómo todos los placeres de la vida pasan en un instante, y para ello le citaré las siguientes palabras de San Pablo: <<Lo que digo, hermar.os, es que el tiempo es corto; y que así lo que importa es que los que tienen mujer vivan como si no la tuviesen, y los que lloran como si no llorasen, y los que se huelgan como si no se holgasen, y los que hacen compras como si no poseyesen, y los que gozan de este mundo como si no gozasen de él, porque pasa en un momento la escena de este mundo.» Sí, hermano mío; todo pasa en un momento. Pasa la mesa opípara, la casa bien amueblada, el vestido ele– gante, el auto magnífico, la noche de orgía como el relámpago en las tinieblas de la noche. Pasa el monarca más poderoso, el militar más aguerrido, el sabio más ilustre, la mujer más hermosa, el hombre más fuerte, como pasan por el tablero las fichas del ajedrez. Pasa toda la vida del hombre como el heno de Jos prados. Lo que no pasa es la virtud que puede trocarse en galardón eterno. Lo que no pasa es Dios, que perma– nece inmutable sobre todas las ruhÍas y ante el cual 148-

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