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CARTA 29 AMARGOR DE LOS PLACERES Carísimo en Cristo : En gran manera me he alegrado de la reacción que mi última carta ha producido en su alma. En la suya me confiesa usted haber sido mu– chas veces seducido por el atractivo del placer, y me da cuenta de la decepción que ha experimentado, des– pués de esfumado su goce. Termina su carta diciéndome usted: «Estoy pie· namente convencido de que los placeres ilícitos de la vida son como las rosas que atraen con su forma, matiz y perfume; pero que, al tocarlas, al momento se des– hojan, y en cambio, dejan clavada una espina que hiere profundamente. Tras la orgfa viene la amargura, el vacfo del corazón que hace desfallecer el alma y en– tristece la vida.» Muy bien, querido amigo: así hablan todos Jos que después de apurar la copa de Jos humanos goces, aquie– tadas las pasiones, dan lugar a la reflexión sosegada. Es la voz de la conciencia la que habla; es el grito del alma que ansfa otras satisfacciones más puras y cumplidas. No debe olvidar usted que mientras nos hallamos en la tierra, nuestra alma vive en dura prisión. Es como -145- JO

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