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realizarlas.. Asi dice muy bien Santo Tomás: «Toda de– lectación €S necesariamente consecuencia de alguna operación, cual es la consecución del bien conveniente y el conocimiento de- ella.» Un ejemplo le ilustrará mejor esta idea. Para man– tener la vida del cuerpo, necesitamos alimentarnos. Esta necesidad nos obliga a procurarnos el manjar co– tidiano, el cual probado nos produce un deleite que sacia nuestro apetito. Lo que ocurre, mi querido amigo, es QUe, con fre– cuencia el hombre se olvida de que el placer no es fin, sino un medio establecido por Dios para mejor satisfacer las necesidades de la vida humana. · Y por este olvido, lo que es medio pasa a ser fin y, a veces, fin único de la vida. Aqui tiene usted un desorden tremendo, un trastor– no en gran manera lamentable y de fatales consecuen– cias. Vivir tan sólo para gozar es el mayor de Jos erro– res en que puede caer el hombre. Convengo con usted en que la .vida tiene sus atrac– tivos, es decir, sus seducciones, que conducen a mu– chos hombres a los más grand€S extravios. Vea usted, si no, cómo el que se deja arrastrar de la seducción de los placeres va corriendo tras ellos hasta desfallecer en su busca, sin lograr, por otra parte, satisfacer ple– namente los deseos de su corazón. ¿No ha visto usted lo que hace el ave seducida por el resplandor de una tersa y magnifica luna? Al verla tan brillante no hace sino girar en torno de ella, hasta que, después de mil vueltas y revueltas, cae, por fin, al suelo atolondrada por el centelleo del espejo seductor. He aqui una imagen de lo que acaece al hombre que, en la vida, se deja arrastrar por el brillo de los pla- -141-

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