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CARTA 27 ILUSIONES DE LA VIDA Carísimo en Cristo: No dudo que habrá oído decir, repetidas veC€s que la vida es un sueño. Y lo es, en efecto, no sólo por la rapidez con que pasa, sino tam– bién por las quimeras que, durante ella, suelen abrigar los hombres. Por la misma razón podemos llamarla una cadena de ilusiones. Ilusiones que comienzan cuando apenas el hombre abre sus ojos y tiende su mirada por el mun– do, en donde todo parece sonre!rle, y que no termi– nan hasta después de la muerte, porque sólo la muer– te puede acabar con los sm'ños de nuestra imaginación. P ero hay ilusiones laudables que sirven de estimulo al trabajo y a la virtud, .v las hay reprensibles que no hacen sino apartarnos del deber, dejando en vacío nuestro corazón. Estas últimas mantienen el alma envuelta en cerrada bruma para que no vea el sol de la verdad, y una vez que esa bruma desaparece, el hombre se encuentra ante la triste realidad de las cosas, y el cruel desengaño vier– te en el alma un cáliz de indecible amargura. Dos principales ilusiones suele haber en la vida de muchos hombres. Ilusiones que son el origen de los más rotundos fracasos. La primera de ellas es vivir tan ab· - 13~ -

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