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preocupación del negocio, lo enterró para no perderlo y pod€r entregarlo un día a su dueño. Como usted ve, no derrochó el talento recibido, sino que lo guardó, bien temeroso de su pérdida. Pero no hizo nada con él; permaneció inútil en su posesión y no mereció sino el más trem€ndo castigo por su descui– do y pereza. No basta, mi querido amigo, evitar el mal; hay que obrar el bien. Es preciso fructificar, y por eso debemos tomar en serio la vida, a fin de poner todo nu€stro es– fuerzo por llenarla de merecimi.entos. Ya puede uno brillar en el mundo, fascinando a cuan– tos le rodean, con el fausto de sus riquezas, con su casa el€gante, con su traje lujoso, con su talento, con la numerosa clientela de amigos y admiradores. Ya puede ser el árbitro de las elegancias, la flor y nata de los más esclarecidos personajes de la sociedad, si su vida €stá vacía de buenas obras, es toda inútil y tiene que darla por perdida. La vida, en fin , es un campo de guerra, donde hay que pelear con arteros enemigos que quieren perder– nos. En €ste campo es preciso estar vigilantes y no dejar las armas de la mano; de lo contrario. en un momento de descuido, asaltarán nuestra fortaleza. En– tregarse a francachelas, pensar tan sólo en divertirse cuando hay que combatir. es una verdadera locura. El militar. cuando· se halla cercado de enemigos, y, sobre todo, cuando siente su ataque, se dice muy serio: «No estamos para bromas.» Y con razón, porque las bromas, en esos críticos momentos. pueden acarrear– le la catástrofe. De igual modo. tomar la vida a broma, emplearla tan sólo €n el goce. puede traer las más grandes ruinas. Ruinas que pueden ser eternas. -133-

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