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a un empleado del ferrocarril que decía : «Son unos al– bañiles que vienen de juerga gastando en diversiones lo ganado durante la semana... ¡Pobres hijos los su– yos!» Aquello me impresionó en gran manera y me retiré a mi convento sumido en honda melancolía. Vea usted, amigo mío, cómo hay hombres que toman la vida a broma, sin preocuparse de lo que pueda pa- · sar después de malgastarla en diversiones y placeres. Esta es la fatal consecuencia que los hombres sin fe sacan de la fugacidad de la vida. La vida es breve como soplo de viento, por eso mismo, según ellos, hay que aprovecharla para hacerla producir todo el goce posi– ble. Es el mismo grito de los hombres libertinos . que leemos en la Sagrada Escritura: «Coronémonos de ro– sas antes que se marchiten .. Comamos y bebamos, pues mañana moriremos.» Pero reflexione usted seriamente: ¿la vida, preci– samente por ser breve, está tan desprovista de valor que no merezca la pena de tomarla en serio? ¿Se nos concede tan sólo para bromear con ella, es decir, para divertirnos? No y · mil veces no. La vida es algo muy serio, y no hay que jugar con ella, porque este juego pudiera traer consecuencias en gran manera lamentables. Esta seriedad de la vida la r-econocen todos los que reflexionan sobre su naturaleza y sobre el fin para el cual nos . ha sido concedida. Dice un escritor moderno: «Por muy serios que sea– mos, la vida es más seria todavía, y si quisiéramos bro– mear con ella, es mala compañera de broma; sólo to– mándola en serio nos permite de vez en cuando alguna verdadera alegria... » (BENAVENTE.) -131-
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