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eso, no merece recompensa alguna. Faltan en ella bue– nas obras, virtudes cristianas, generosidades del cora– zón, sublimes arranques del alma. No es más que una simple estadística sin expresión, sin nada por lo que sea digna de elogio y premio. Mas según la cita anterior también hay quien la true– ca en poesía y quién en oración. Sea usted de estos hom– bres, que, por desgracia, escasean en el mundo: con– vierta su vida en poesía y oración. Su vida será poesía si está hermoseada por las ideas sanas, por los buenos sentimientos y, sobre todo, por las bellas acciones. Y será oración si sabe emplearla, como buen cristiano, en el servicio de Dios. Poesia y oración han de hermanarse en usted en to– da su vida. En otros términos: usted debe hacer de su vida un poema sagrado. Poema que cante la gloria de Dios y el amor a sus hermanos los hombres. Poema que no sólo suba al cielo para recrear el corazón de Dios, sino que resuene en su interior para renovarle y que cunda alrededor suyo para hacer agradable la vida a sus semejantes. Mas dése cuenta de lo que hace el poeta para com– poner su poema: si quiere hacer una composición ar– moniosa y bella ha de sujetarse al metro, dar a sus versos el debido acento y guardar en todo las leyes de la preceptiva poética. También usted para componer el poema de su vida debe someterse a las leyes divinas, cumplir en todo la voluntad de Dios. Mas como el artista sometido a las leyes de su arte se sirve de ellas para remontar más alto el vuelo de su inspiración, así usted, sometido a la voluntad de Dios, podrá volar a más elevadas regiones -128-
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