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y con esta frase en ·el alma ha de estar resuelto a ser fiel en el servicio de su divino Rey Jesucristo. No sea usted de los católicos que en su vida y cos· tumbres en nada se diferencia de· los paganos. La vida moderna, con su agitación constante, ahoga en muchos hombres el espíritu de Cristo y, por eso, no piensan más que en el disfrute de sus concupiscencias. Usted, sin duda, habrá oído hablar del célebre escri· tor hindú Rabindranath Tagore. Este hombre oriental hizo una excursión por los países occidentales para ob– servar sus costumbres. Estando en Nueva York el día de Navidad, considerando la frivolidad que hay en las naciones cristianas, escribía: «¿Dónde está el espíritu de Cristo en el corazón humano? Hombres y mujeres se alimentan con manjares suculentos y se ríen a car– cajadas. Mas sin el íntimo contacto de lo eterno en el corazón de su ·alegría, sin la serenidad luminosa del gozo, sin poner el alma en la devoción.» También un musulmán, en una conferencia sobre la cultura cristiana, se ha atrevido a decir: «El europeo está civilizado, pero tiene poco corazón; posee ferroca– r riles, luz eléctrica, telégrafo y teléfono, pero está su· mamente atrasado en la vida interior. La avaricia y el ·egoísmo son los dioses ante los que se inclina.» No lo dude usted, amigo mío : el egoísmo y la avari– cia se han apoderado del corazón de muchos cristianos en el mundo moderno; y sin el espíritu de Cristo que vivifique las almas, se vuelve a las viejas costumbres del paganismo. Par¡¡ . evitar todo esto usted viva cristianamente, es decir, como fiel hijo de Dios, que es lo que desea y pide su afectísimo en Cristo Jesús, Fr. C. DE V. - 124-

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