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sentidos en perfecta armonia, así lo es también el tener rica sangre, corazón ardiente, alma apasionada. Las pasiones son los más potentes impulsos de to· das nuestras obras y empresas del hombre. Sin ellas, una apatía estúpida, una inercia casi invencible, una sensibilidad -por demás deplorable se apoderarían de nuestras facultades. Las ciencias,- las artes, la elocuen– cia, la política y hasta la virtud misma perderían sus más bellos encantos y no tendrían cultivadores. Sin pasiones no concebimos un genio, un artista, U:n político, un héroe, un santo. Empeñarse en dar muerte a las pasiones en vez de procurar su equilibrio y ar– monia es pretender despojarnos de nuestra naturale– za. Sin vivas emociones, sin las impresiones que los sen– tidos transmiten al cerebro, el alma no puede percibir, ni sentir, ni conocer ni amar. Los héroes, Jos santos fueron hombres de .grandes pa– siones. P.l mismo J esucristo en el cual reinaba una ·per– fecta armonía en todas sus facultades, experimentó es– tos movimientos o sacudidas de la parte sensible del hombre. «Jamás-<lice Bosuet-en ningún hombre fu eron las pasiones ni tan fuertes ni tan tiernas como en Jesús; y si las almas se conmovian en su presencia. era que estaban iluminadns por la verdad y tocadas por el amor, que se transparentaban en la sensibilidad y en toda la persona del !l ijo de Dios. .Jesús sintió el miedo, la tris– teza, el gozo, el deseo; se airó, lloró, gimió, increpó con vehemencia a sus enemigos y, sobre todo amó con amor fuerte, vehemente no sólo de voluntad, sino de corazón, que sintió latir tan r·cciamente el discipulo amado en las horas postreras de su vida.» Mas para que nuestras pasiones sean también buenas -103 -

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