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Capihuara mira al sol, erguida y fija como una esfinge. La Capihuara s6lo mira at· sol. Sobre la piel mojada de su lomo bril;I-an las gotas de agUa , La , canoa se acerca lenta, silenciosa contra la diosa adormeqida. Miguel Angel y Juan Santos llevan las escopetas alzadas. Sübitamente el estruendo de la pólvora quiebra el aire. La Capihuara, malherida, salta al agua .y se hunde. - iVamos! -se oye una voz. - Saldrá ~ en 'seguida. La Capihuájó~ ·'vuelve a sacar •· la cabeza y nada con difi– cultad hacia la orilla opuest$.y,1;lar'l Santos aprieta nuevamente el gatillo, , pero el cartúého/ hGmedo no explota. Cuando el animal s ale ya a la oril!á Miguel Angel lo remata con un disparo de postas a la cabeza: El animal está go~d1simo. Tiene unos sesenta kilos de peso. Manuel está feiiz pensando que esta vez en cualquier playa buena dedicarán un tiempo a ahumar la carne. La mas cota reaparece, agitando sus alas en un saludo. Angel desde la popa da un grito: - iUna Danta está cruzando el r1o! Sólo se le ve la cabeza, la pequeña trompa y la cerdosa crin erguida. Manuel le dispara a la cabeza y la Danta se zambulle con violencia . Los cuatro viajeros, con las armas dispuestas, atisban a lo largo de la orilla cercana . Hay un batir de agua en la orilla opuesta, a casi cuarenta metros. La Danta sale a sustada y veloz, corriendo por el lodo y las matas de Paririhua a perderse dentro de la selva.Los viajeros se sienten burlados y sonríen satisfechos de la astucia del animal. Ha vencido el mejor, sin duda. iUna gran buceada! Sin ninguna esperanza saltan a tierra con el fin de seguir algún rastro de sangre si es que hay; pero aparte de las - 77 -

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