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El calor es tan agobiante que los v~aJeros se ven obliga– dos a arrimar nuevamente a una playa sombreada. En una loma muy próxima gritan los monos Cotos su canto gutural y podero– so. A esa parte hay una quebrada y detrás los árboles dejan filtrar una gran luz que nace de dentro del bosque. Los via– jeros piensan que ahí puede haber una laguna, una de esas exóticas lagunas de selva que son el hábitat propio de Ana– condas, Caimanes negros y'Paiches. Curva tras curva prosigue el Río del Tiempo contando su vieja historia a los troncos rotos y hundidos. Docenas de quebradas cantarinas se vierten desde ambas márgenes,visibles unas, in'7Ísibles las otras. Bajo ·un yutso se ven los restos de una vieja choza de cazadores. Examinado el lugar a los viajeros les parece bien, y se quedan. Ha sido un día durísimo, se ha navegado de sol a sol recorrié~dose unos cuarenta y cinco kilómetros. Los viajeros hacen algunos números para situarse sobre el mapa de Manuel. Hasta ese momento se han navegado 31 horas y unos 180 kilómetros más o menos ·. Los viajeros tienen la impresión de haber navegado muchísimo; pero los números cantan, y Manuel insiste en que están muy . lejos de la Boca. Desde dentro, se tiene lá · sensaci6n de que ésta pudiera hallarse a la curva siguiente. Hoy no se ha cogido nada: para el puchero. cebolla con arroz y ·plátanos maduros que riquísimos. Los cuatro hombres, a pesar se sienten felices. Se cena sopa de están dulces y del cansancio, El sol ·está perdiéndose hacia la derecha. Angel trampea cebando con plátano maduro. Mueve la cabeza: no muy convencid~ - 66 -

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