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Angel está con sus trampas. Juan Santos organiza la cena, algo especial: un kilo de alubias pochas que Miguel Angel ha recibido desde su pueblo, de Navarra, y que se miran con antojo a trav~s del frasco de vidrio. La Raya en salsa sui generis, secreto de la casa. Ambos platos desaparecen rápida– mente, y el cocinero se siente satisfecho. El Tiputini guarda silencio. Retiene la última luz y call~ A media noche cantan los Yacamis en la loma que arranca de la hondonada, detrás del campamento. Su canto es como un lamento creciente, partido al final con algo semejante a eruptos de satisfacción. Los Yacamis o pájaros trompeta son aves muy pintorescas, muy familiares cuando se les ha ensefia– do desde polluelos a convivir con las aves de corral. Los viajeros han dormido doce horas seguidas. Al levantar– se, los rifiones están como dos piedras, clavados en la espalda. En el sedal de Angel ha ca1do una Mota. El Ingeniero se está convirtiendo en un especialista en la materia : Otro · anzuelo con parte del nailon se ha ido con el tirón ·de' algún gran pez. Miguel Angel se r1e al recordar que en cierto momento despertó, sobresaltado por el ruido que producian las gotas de agua al caer sobre la tapa de una de. las ollas. - iQu~ quieres, me puse nervioso! La Mota, limpia, es un rico bocado para sacarse el hambre' de la noche. Ha sido una suerte haberse tra1do una sartén de palastro. · Calienta bien y no se descascarilla; tampoco se le va el brillo al lavarla con arena. Al fuego del reverbero, el aceite canta cuando cae la primera tajada, que se dobla sua– vemente por las esquinas y se dora sin quemarse. Ya está pre– parada para dar la vuelta. - 63 -

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