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con frecuencia, los enfermos son .muy numerosos . Sin embargo, el cangrejo bien cocido no aéarrea . ningún peligro . Como ya se lo suponía Juan Santos , Hanuel no mira con bue– nos ojos cuando la Apangora pasa a los platos . Desventajas de los médico?.. que ,los ~t~os viajeros saben comprender . Luego Man.uel toma una de ' Út~ . pátas del cangrejo y se pone a comerla. - Te vas a llenar dé Paragóni mo - ríe Juan Santos r ompien– do con l os dientes . la garra der·echa del cangrejo que, como siempre , es desproporcionada y más grande que su compañera. Juan Sc.r1tos r>iensa que siempre ha visto a los cangrejos con una pata más grande que la otra. A la hora del reparto siempr e <'S Ulk! dificultad. La sopa de ajo desaparece en seguida. Miguel Angel dice que la tortUfS"'~ está durísima, sobre todo la piel , que es negra y gruesa, algo chiclosa. Con los est ómagos lle~os se les viene la noche a los v~aJerús . Hi guel Angel prende la linterna de gas, algo apar– tada de la carpa para evitar que ésta se llene de mosquitos . ~u :~quila ha tenido unos efectos soporíferos asombrosos sobre l e s cuatro. Echados bajo la carpa canturrean v~eJas canciones se~timentales. Es curioso: ninguno de ellos habla, o h3bla tan poco que los demás ni contestan. Esta noche s e dice la Hisa bajo la tienda. "E.6 be,eto v,[vi.Jr.. lo-6 hVLma.Y!.a-6 u.:ú d0-6 '' . Los cuatro están felices de ser pere– grinos y menores . Estas cosas hay que vivirlas profundamente. Acaban de comulgar cuando el anzuelo de Angel se alborota. iGracias , Padre Francisco, qué alegría! Ha caído una Mota que les ha de servir para el desayuno del día siguiente . A alguna hora de la noche llueve mojándolo todo : l os mos– quiteros de J uan Santos y de Hanuel que duermen en las - 53 -

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