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Los viajeros, que ya están algo cansados, se contentan con lo que ven, y como ya no tienen esperanzas de hallar algo mejor acoderan ahí mismo. En las últimas horas se levanta el tiempo y baja la tempe– ratura cuando el sol declina. Los v~aJeros están tumbados sobre el plástico de color rosa . No piensan en nada, no hablan. Sencillamente descansan. La cena ya está preparada ; únicamente hay que calentarla . Por la fiesta se abre una botella de Tequila Cuervo Añejado, y bajo la experta dirección de Juan Santos los viajeros se saludan en el más mexicanísimo estilo, sin olvidar la sal y el limón . .Les hubiera gustado naturalmente brindar con un buen Rioja, un Valdepeñas o un Codorniu Extra helado; pero cualquiera puede comprender un imposible. Angel y Hanuel ya se andan de nuevo con sus cañas y anzue– los . Miguel Angel tiene una inspiración, secundada con gusto por Juan Santos: aprovechando los panes duros y maltratados por las hormigas van a preparar una sopa de ajo. Los viajeros, que nunca han hallado una sopa mala en este viaje, están totalmente de acuerdo. En el anzuelo de Angel aparece un gran cangrejo, de los que aquí llaman Apangora, y que son muy semejantes a los can– grejos de mar. El cangrejo pasa al fondo de la olla sin que ' lo sepa Manuel. Manuel, todo hay que decirlo, tiene, como doctor que es, una cierta aprensión a los cangrejos de río desde que en el hospital de Rocafuerte viene tratando de Paragonimiasis a muchos ribereños. Esta enfermedad tiene unos síntomas muy parecidos a la tuberculosis, pero la produce otro bacilo, que se desarrolla en el estómago de los cangre– jos.Como los ribereños del Napo acostumbran a comerlos crudos - 52 -

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