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para la ensalada de la cena. Cerca de la quebrada hay una de grueso tallo, una Patihua. Con el yuyo en las manos regresan contentos a la carpa. Aún es de di3, aunque el sol casi no penetra en el recodo del río. Angel y Manuel han sacado los bultos de la canoa y .los han depositado bajo la carpa . Ya es hora de comer y hay un con– senso general para que Juan Santos actúe de cocinero. El mena es simple y nutritivo: ensalada de ·yuyo fresco, sopa de verduras, arroz y huevos fri·~os. La tarde se v¿¡ definitivamente, dejando al río envuelto en sombras. Sobre el campamento se cae un enjambre de abejas ro– jas, dulces, inofensivas, irritantes. Se ven muchas hormigas negras, de cabeza hercúlea, sobra el azúcar y los saquetes de sal. Juan Santos retira c~n St:s dedos la cabeza de una de ellas que se ha o_ueda<io px·endida de la piel; una muerte vigo– rosa, mordiendo ~' u ú: .t.i.mo es fuEo!' ZO por sobrevivir. Angel coloca uno de sus terribles anzuelos cebándolo con el corazón del gavilán . i,o amc:l'ra de la popa de la canoa. Poco desvués mue~uc una Mota y se suelta con gran ruido.Angel piensa en voz al·ta que s~ h2. ? C.rd ::.do el desayuno tontamente y que la inaugu:~'ación de sue famosos anzuelos no ha sido afortunada. Manuel baja al <"Ío y se baha, acostándose después. Cerca de la carpa hay .una hermo.sa lint.E:Jrna de gas que no se prende. Detrás de lo3 viajeros ,las :chicharras rompen el sagrado silencio de la selva. Su chirrido ,· áspero se confunde con el canto de los sapos v~raniegos . Poco antes de acostarse, AngE;Jl , · Miguel Angel y Juan Santos se toman una taza de pinol desleído en agua. También ellos están cansados. Extienden sus mosquiteros y sus sacos de dor- - 28 -

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