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Juan Santos vuelve a la perezosa y reabre el libro por donde quedó la sefial; pero no lee. Mira un momento para las tecas que están algo amarillentas . - Está comenzando el verano - habla para si. - Creo que hemos elegido un buen momento para bajar por el Tiputini. Angel deja de soldar sus anzuel os y mira por la ventana. En el cielo hay grandes claros azules. Angel mira sin decir nada. Está sudando. Piensa que al dia siguiente muy temprano ha de bajar hasta Nuevo Rocafuerte en busca de Manuel, el Doctor. El hace el número tres de la expedición. Está verdaderamente entusiasma– do, aunque tenga que dejar a los enfermos del hospital por unas semanas . Angel vuelve a sus anzuelos. Cuando termina el trabajo los mete en un pequefio frasco de cristal y lo cierra. Coge luego la llave de la gasolina y se va a prepararlo todo para el dia siguiente. En el río hay una lancha rápida de fibra de vidrio, de co– lor verde . Angel coloca los auxiliares en la parte media y el pequefio motor Yamaha 15 HP con el que va a surcar desde Nuevo Rocafuerte a Pompeya. Lo ordena todo muy bien, en el menor sitio, y asegura el deslizador al hierro que está clavado en la arena . La tarde se viene en seguida, cálida y transparente. Unas horas después por el camino de yerbaluisas de Llunchi isla hay una luz pálida de luna menguante. El río silencioso a un lado, y al otro las caperuzas puntiagudas de las chozas de shapaja dan al lugar un aspecto irreal de pueblecillo en miniatura cuidado por algún alma buena. - 17 -
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