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Angel está arreglando unos anzuelos. Juan Santos lee, tum– bado en una perezosa, "Nick Adams" de Hemingway. El libro es muy interesante. Acompafia . con sencillez . Juan Santos piensa que alguna vez deberia escribir algo as1 para que la gente se divirtiera y soñara un poco. Angel está cantando algo entre dientes. Está feliz con sus anzuelos dobles.Dice que se trata de una trampa sorpresa para los peces. Juan Santos piensa que efectivamente lo es, y que eso es jugar con ventaja contra los indefensos animales. - Hagan lo que hagan - explica el Ingeniero - quedarán prendidos de uno u otro lado . Juan Santos deja su libro y se pone a mirar los terribles anzuelos. Están soldados por la mitad y presentan un aspecto imponente. Son anzuelos para grandes peces, amarrados a fuer– tes piolas de nailon. Viéndolos uno se siente apenado por los peces incautos, hambreados; injustamente engafiados por la implacable y diaria necesidad de alimentarse . El Ingeniero anda lejos de todos estos pensamientos sutiles y algo sentimentales. Angel es un hombre práctico. Va a ello, directamente. A la hora de verse ante un exquisito plato de pescado nadie recuerda de qué acerada dureza y crueldad era el anzuelo que atrap6 la presa . Juan Santos se levanta y se acerca a la mesa donde el Ingeniero tiene amontonados una docena de anzuelos. Los mira de cerca. - Están perfectos - dice. - Son tremendos. - Eso espero - responde Angel sin levantar la vista. - 16 -

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