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Cuando llegaba el Mijano y las hembras subían con los vientres llenos de huevos, el r ío grande se trasformaba en una palestra donde ganaba el más fuerte y veloz. Los grandes peces estaban hambreados y lle]aban desde el gran río nervio– sos y cansados, dirigiendo bandadc s de madres. Surcaban hacia las cabeceras para depositar los huevos. De noche se detenían en los remansos , casi a flor• de agua, y los pescadores los atrapaban con atarrayas. El banco se ponía en marcha al amanecer abriendo surcos en el agua que parecía hervir. Había Corvinas plateadas, con escamas suaves y carne exquisita; Bocachicos sabrosos, y grasientos Pacus de más de cuarenta libras. Cerca de las playas nadaban las Motas de ojos bobos, estirando sus largos bigotes detrás de los pece– cillos asustados. Las había azuladas y pintadas, pardas y grises,casi todas con grandes defensas de espadas en el dorso y los flancos. Eran muy fáciles de coger por golosas y ciega& sobre todo con las primeras aguas espumosas de las crecientes. Los grandes Bagres buscaban las aguas profundas . Eran fuertes y de enorme cabeza plana, con los labios como lija. Su carne, sin espinas, maciza y fresca, tenía un ligero sabor a lodo en alguna de las especies. El estómago era despropor– cionado y pequeño, y sin embargo comían mucho . Debían digerir muy pronto. El .verano era también el tiempo de las Lisas y los Setemo& de las Rayas. Estas aparecían en los bajos con lodo y en las orillas de las playas . Las había grandes con dos colas y arpón venenoso . Llegaban a pesar hasta cien libras . Otras,pequeñas, de color te~oso o pintadas con motas negras , tenían arpón en forma de sierra y cualquier a l as podía pisar sin darse cuenta - 6 -
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