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Por las márgenes crecían exóticos helechos machos, de gran altura, con el envés cubierto de semillas que los hacían parecer enfermos. Había palmas Pamihuas, Ungurahuas de hojas como alas y cabelleras de frutos negros, jugosas Patihuas hinchadas por el vientre, Usahuas llenas de espinas y Moretes como abanicos. Las Yarinas crecían sobre el manto de lodo, y en las lomas se mezclaban Inayus y Chambiras, estas últimas llenas de cocos. El hombre estaba feliz dentro del río interior, llegAndose hasta el corazón del mar de silencio para pulsarle los latidos. Había una explosiva virginidad en las flores rojas y ama– rillas, en los musgos y las begonias. Los lirios se extendían por el agua y la ocultaban o_ ratos . Las raíces de los yutsos centenarios abrazaban l u tierr•a. En los remansos las espumas se detenían y giraban . El hombre se acercó a una palizada. Los palos estaban secos por el sol y parecían huesos de animales enormes . Metió la mano en el agua y sorbió unas gotas . Lo había aprendido a hacer así de los indios: el : os no bebían casi nada. El agua estaba tibia y era un agua llena de l odo . La vio resbalar entre los dedos . Cuando se le secó la mano prendió un cigarrillo y se lo fue fumando despa~io viendo cómo el humo azul se hacía tela de arafia y luego nada . Era una mañana luminosa, sin vahos ni nubes, con el aire calmado . En el cielo diminuto un dragón blanco perseguía a una doncella vaporosa. El hombre vio huellas de animales en el barro hdmedo. Cerca se movían inquietas mariposas amarillas, rojas y blan- - 4 -

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