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UN LARGO VIAJE Chinn a través de los ojos de los Capuchinos preferido y se consideró más seguro que la solda– dura. En Italia la natural escasez de materias pri– mas retrasó el paso de la madera a las construc– ciones en hierro, bien por las dimensiones más pequeñas de los barcos y también por el recurso a construcciones extranjeras. La introducción de la dinamo permitió adoptar la luz eléctrica, mucho más segura, que sustituyó a otro tipo de ilumina– ción, evitando el peligro de incendio. A finales del siglo XIX el agua, no más racionada, podía ser pro– ducida por las primeras desaladoras. Después de las técnicas tradicionales de conservación de los co– mestibles, que restringían drásticamente la gama de alimentos disponibles, la introducción de ali– mentos envasados al vacío en leche amplió el menú, pero sólo la refrigeración frigorífica permi– tió disponer de una alimentación normal y agra– dable. La vida en las naves de pasajeros La tripulación La tripulación del gran barco de pasajeros, además del Estado Mayor (comandante y oficiales), com– prendía tres grandes categorías: el personal de cu– bierta (marineros, centinelas, timoneles, mozos,...), el personal de máquinas (fogoneros, electricistas, encargados de los frigoríficos, ...), y el de los ca– marotes, es decir el hostelero, dividido por servi– cios (cocina, despensa, alojamiento, lavandería,...), además de otras funciones corno la sanitaria y re– ligiosa. En los buques de vapor de finales del siglo XIX el personal encargado de las máquinas podía ser más numeroso, dependiendo del esfuerzo no– table que requería la gestión de la fuerza motriz. El agua En la antigua navegación el agua se racionaba y se conservaba en depósitos; y era un recurso que Comedor y camarote había que usar con parsimonia. Escasez y uso co- 34
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