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UN LARGO VIAJE China n través de los ojos de los Capuchinos EL RECORRIDO DESDE EUROPA LOS BARCOS. LA VIDA DE A BORDO DE LA ÉPOCA Los misioneros franciscanos que decidían partir para China tenían dos posibilidades para hacer el viaje: por vía terrestre o por vía marítima. Nor– malmente se prefería la vía marítima, de la que te– nemos noticias más detalladas. Las naves podían zarpar de Flandes, España o también de Italia. Un testimonio importante es el de los misioneros españoles de la provincia de Na– varra. El 23 de agosto de 1926 zarparon para Gé– nova y el día 4 de septiembre a las ocho y media de la tarde levaron las anclas con el trasatlántico Saar– brucken de la compañía alemana Lloyd de Brema. El Saarbrucken no era una nave grande ni de lujo, pues no llegaba a las 10.000 toneladas de arqueo y no pasaba de Jos 12,5 nudos de velocidad máxima. Había sido proyectada para 198 pasajeros y 176 hombres de tripulación colocados en un espacio muy estrecho. El viaje se concluyó en los últimos días de diciembre con la llegada al puerto de Shanghai. Antes del vapor Los barcos de pasajeros son naves con un pro– blema más respecto a las naves mercantiles, ya que la carga que transportan tiene mayores y variadas exigencias. Los pasajeros necesitan cobijo y ali– mento, cuya cantidad está en relación directa con la duración del viaje, siempre más bien largo con la navegación a vela, totalmente ligada a las condi– ciones meteorológicas. Todo esto caracterizó du- 33 rante siglos el escaso tráfico de pasajeros por vía marítima y sólo innovaciones sustanciales pudie– ron cambiar la calidad del transporte. El siglo XIX: el vapor cambia el viaje en barco Cuando la máquina de vapor llevó energía cons– tante y abundante a los barcos, se inició una pro– funda revolución en el modo de navegar. Las má– quinas consentían viajes más veloces y previsibles, es decir más regulares y sistemáticos, mientras po– dían aumentar las dimensiones del barco sin un crecimiento exponencial del equipaje. La evolución permitió aumentar la carga, los pasajeros y tam– bién los servicios ofrecidos. Las naves no tenían ya necesidad de tener cascos destinados a navegar in– clinados por el viento, sino que podían buscar la estabilidad, con espacio para las máquinas y para la fuente de energía, que era el carbón. El combus– tible sólido, entonces muy difundido, era sin em– bargo sucio y pesado, y creaba problemas de al– macenaje en los espacios limitados de una nave, pues se requerían volúmenes muy grandes. Otras transformaciones se fueron sucediendo en el fun– cionamiento y estructura de los barcos. La hélice inventada a inicios del siglo XIX, demostró a mitad del siglo su superioridad sobre la propulsión a rueda, sustituyéndola completamente. La madera fue sustituida por el hierro, cuyas láminas se en– samblaban con millones de clavos (clavados in– candescentes). Este modo de unir las láminas fue

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