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UN LARGO VIAJE China n través de los ojos de los Capuchinos tades que ofrecía, para la que se requerían cu ali– dades propias del héroe. La lejanía geográfica, en un tiempo en el que las comunicaciones no habían experimentado todavía el desarrollo que alcanza– rían algunas décadas después, hacía que se fuera a China con la convicción de no volver ya más a Es– paña. Y la pobreza extrema, (que conllevaba la po– sibilidad de contraer enfermedades como el tifus), del medio donde ejercitaban su apostolado los mi– sioneros, signíficaba que la posibilidad del no re– torno y de morir allí, como les sucedió a varios mi– sioneros, fuera más que real. Pero a la lejanía geográfica iba emp arejada la lejanía cultural y re– ligiosa, cuyo símbolo era la endiablada lengu a china, que era mucho más radical que la primera. Con esta lejanía era con la que tuvieron que bre– gar, y de qué forma, los misioneros, que no esta– ban preparados para insertarse en un a cultura y tradición religiosa completamente distinta a la eu– ropea, que desconfiaba de todo lo que tuviera algún colorido occidental y que consideraba al cris– tianismo como un producto típicamente europeo, y por tanto intrínsecamente diverso a su propia tradición. La evangelización no fue fácil, sino un trabajo arduo, y pronto los misioneros descubrieron que la conversión al cristianismo debía ir precedida de una auténtica promoción human a, centrad a en– tonces en la educación (escuelas) de los niños y jó– \·enes, en el cuidado de la salud básica (dispensa– rio médicos) y en la promoción y edu cación elemental de la mujer (lo que se h acía sobre todo por medio de las religiosas, tanto nativas como ex– tranjeras). Otros rasgos de la misión (o caracterís– ticas y ámbitos de actividad), algunos ya sugerí- ' fueron los siguientes: la labor evangelizadora sed arrolló entre gente muy sencilla, campesinos 9 fundamentalmente, por medio de visitas a las fa– milias cristianas diseminadas por las aldeas y montañas, mediante largas caminatas y viajes a ca– ballo, que no estaban exentos de los asaltos de los bandoleros, fenómeno muy común en la China rural de entonces. Por otra parte los misioneros se dedicaron fundamentalmente y con esp ecial ahínco a la implantación de la Iglesia, intentando crear un clero local, y en mucha menor medida a la difusión de la Orden capuchina. Especial atención dedicaron al semin ario menor, semillero de voca– ciones indígenas. En 1940 fue ordenado el primer sacerdote chino (Esteban Li), de modo que en 1950 había ya cerca d e una treinten a. Importante fue también la colaboración de las religiosas para la formación de la mujer y la catequesis y para dirigir algunos orfanatos. En la misión, además de las re– ligiosas indígenas (Oblatas de la Sagrada Familia), estuvieron presentes las Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia. Pero lo más destacable de la misión fue el auténtico espíritu misionero de los religiosos, su esfuerzo por adaptarse a aquella cul– tura, para ellos tan distinta, y el amor que nutrie– ron por la gente, lo que llevó a algunos a naciona– lizarse chinos y a querer permanecer, a pesar de las circunstancias adversas de la ocupación comunista y de los problemas y recelos que les causaba la "Triple Autonomía" (iglesia nacional china). Aguantaron hasta el final, h asta que no tuvieron otra opción que salir (1952-1953), demostrando un comportamiento y unas actitudes admirables, que incluían la disposición al martirio. El catálogo que el lector se encuentra entre sus manos recoge fielmente la exposición que sobre las misiones capuchinas de China organizó la provin– cia de Génova, coincidiendo con la celebración de los Juegos Olímpicos de Pekín del año 2008. La ex-
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