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El uno de marzo de 1977 se firmó el contrato: irían cuatro hermanas al puesto misional de Shushufindi, con el fin de sumi– nistrar los primeros auxilios, atender a los dispensarios, organi– zar la catequesis y otros medíos de evangelización, junto con la promoción humana, dentro de los planes pastorales de la prefec– tura. El 9 de marzo llegaban por carretera, desde Quito, las herma– nas. En Shushufindi hallaron ya terminada la vivienda preparada para ellas. Y ya el 26 del mismo mes el prefecto apostólico escribía a la madre provincial mostrándose muy complacido de los buenos co– mienzos y pidiéndole otras cuatro hermanas para sustituir a las misioneras de la AMF, obligadas a dejar el hospital por falta de personal. A este fin enviaba a Medellín al padre Manuel Amuná– rriz, director médico del mismo. Se firmó un nuevo contrato el S de agosto de 1977, en virtud del cual la provincia de San José se comprometía a enviar las cuatro ·hermanas para hacerse cargo del hospital de Nuevo Rocafuerte. En la actualidad, en efecto, las terciarias capuchinas se hallan establecidas en Shushufindi y Nuevo Rocafuerte, dedicadas a dos tipos de actividad apostólica bien diversos: evangelización disper– sa en el primer centro, asistencia sanitaria en el segundo (8). El clero autóctono: un sueño aún lejano Quien conozca un poco el nivel humano de las razas de la sel– va, cuando aún se hallan en el primer estadio de promoción, no se ext r::1iiará de que los intentos hechos con miras a la promoción sacerdotal de los indígenas no haya dado resultado positivo hasta el presente. En I<J.').¡ monseñor Gamboa respondía en forma negativa al proyecto de 1111 seminario intermisional, promovido por el nuncio apost6lim. R,·itnaba su disconformidad en 1956, cuando fue crea– do de h<·vho <'S<' tipo de · centro vocacional para todas las circuns- (8) Arch. l'rt·r. At•· n 8. -71-

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