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sidad de un mayor contacto con la provincia para evitar el aisla– miento, O'bedeció el acuerdo tomado en la asamblea del mes de abril de 1970, presidida por el provincial padre Aurelio Laita: los misioneros podrían viajar a la provincia cada cinco años, que– dando en firme la norma de los dos meses anuales en la custo– dia. En su informe al capítulo provincial en 1972 el superior re– gular, padre José Luis Muniáin, volvía a insistir en el "desgaste" de la vida misionera. En 1976, a raíz de la visita realizada por el provincial, padre Juan Miguel Mendía, y de la asamblea capitu– lar de la misión, el definitorio provincial autorizó el viaje a la provincia cada tres años, dando como razón "el desgaste" físico que supone la vida en Ia selva y el desgaste moral como conse– cuencia de la soledad en que viven la mayor parte de los misio– neros" (4). Pero más importante es la salud espiritual de cada uno y del grupo como tal. Cuando nació la prefectura, prevalecían los cri– terios de "observancia regular" más o menos exterior. La docu– mentación apenas ofrece testimonios de una preocupación con– junta por poner en tensión los va·lores espirituales hasta la visi– ta realizada en 1961 por el provincial padre Florencia de Artabia y, sobre todo, la del padre Francisco de Arizcun en 1967, en ple– na efervescencia renovadora postconciliar y en los comienzos de la nueva etapa pastoral que afrontaba la prefectura. La asamblea tenida en esta fecha centró la atención en la vida interior perso– nal y comunitaria, y en la necesidad de intensificar las relaciones fraternas. En los avisos y ordenaciones de visita el padre Fran– cisco insistía, en consecuencia, en la vida de oración, en la orga– nización de retiros espirituales y en la vitalización de la unión fraterna entre los misioneros. A reavivar la conciencia de esas exigencias primordiales con– tribuyeron grandemente las asambleas plenarias, que desde esos años se han venido celebrando con regularidad anualmente, an– te todo por los beneficios mismos del encuentro de los hermanos, pero además por la utilidad del intercambio de experiencias, la revisión del clima espiritual y la planificación y coordinación de la actividad misionera. La asamblea de 1972 puso en guardia con- (4) Bol. Of. 22 (1967) 101; 25 (1970) 71; 27 (1972); 31 (1976) 67. -50-
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