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Como toda creencia que se desarrolla en contacto y en lu– cha con la naturaleza, la religiosidad del hombre del Napo gira en torno a los genios benéficos o maléficos, a los que es necesa– rio tener propicios o ahuyentar. Se ,hallan encarnados en cier– tos seres fantásticos, como el Sacha-runa (hombre del monte), la Yacu-huanni, especie de sirena del río, el Barnba-supai, dia– blo en forma de árbol, etc. Y no podía faltar el brujo, yachac, hombre de sabiduría su– perior, que conoce los secretos de la naturaleza, en especial la eficacia curativa de ciertas plantas; se pone en trance cuando toma el jayaguasca, zumo alucinógeno, que lo transporta a un mundo de ensueño y le da el dominio sobre las fuerzas ocultas. Los indígenas le odian, pero le temen y acuden a él cuando se ven aquejados de cualquier enfermedad o creen hallarse bajo el efecto de un maleficio. El padre Juan Santos Ortíz de Villalba, en un precioso libro ha recogido de viva voz una serie de relatos de gran interés para conocer el fondo mítico-supersticioso que late bajo la superficie de unas creencias cristianas, aprendidas, pero no asimiladas (9) (9) Sacha Pacha. El mundo de la selva. CICAME 1976. Véase Los Quichuas del Coca y el Napo, 133·147. -41

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