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adulterio, son hechos ,que la comunidad rechaza y sanciona ais– lando de su seno a los culpables. Esta sanción social es de una eficacia mucho mayor que las medidas policíacas y la administra– ción de justicia al modo occidental. Ciertas lacras de nuestro mundo no se dan entre Jos indígenas del Napo, por ejemplo las relaciones sexuales prematrimoniales, el aborto procurado, la pros– titución, los juegos de azar, el robo; si bien en los últimos años las cosas están cambiando por el contagio de los advenedizos. En cambio es mal endémico la embriaguez. Entre los cushmas y aucas están en uso los ritos de inicia– ción, comunes a todas las culturas primitivas, pero no existen entre los yumbos. Sin embargo la celebración del matrimonio conserva entre éstos todo su sabor arcaico, lleno de profundo simbolismo en las fórmulas y gestos: petición de mano por par– te del padre del joven al padre de la joven, cacería para el consu– mo de la boda, cortejo nupcial desde la casa del novio a la no– via entre músicas y danzas, colocación de los anillos, banquete nupcial espléndido en casa del novio, mutua entrega de los nue– vos esposos presidida por el padrino y la madrina, baño ritual de los dos a la mañana siguiente, finalmente la serie de consejos del padrino y la madrina, que los esposos escuchan arrodillados, besando luego los pies a los mismos padrinos, a los padres y a los parientes de respeto. Pasado algún tiempo, a veces años, des– pués de estos ritos, complementan la boda con el matrimonio civil y eclesiástico. En los ritos fúnebres perduran, asimismo, aun entre los yum– bos cristianos, multitud de prácticas de origen animista, que de– notan una idea extraña sobre la vida de ultratumba, como el atar a la cintura del difunto una soga llena de nudos para ahuyentar a los espíritus, el colocar en el ataúd los arneses de caza y pesca para que pueda utilizarlos en la otra vida, el lamento modulado y los ritos especiales durante la velación del muerto, el tomar pre– cauciones para protegerse contra el espíritu del difunto( hasta hace unos decenios lo enterraban bajo la choza y abandonaban ésta para siempre), el llevar a la tumba manjares para que co– ma el muerto... En la creencia de los yumbos, los runa aya, almas de los muertos, viven inquietos y pueden apoderarse de un vivo llenándolo de desdichas. -40-
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