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El decenio de monseñor Gamboa fue el de los comienzos he– roicos, el de las exploraciones arriesgadas, el de la apertura de (;entras misionales, capillas, escuelas, dispensarios, talleres. . . , todo el montaje pastoral y aun técnico de una misión en que ca– si todo estaba por hacer. Pero fue también el de las realizacio– nes bien logradas en todos los órdenes, como más adelante vere– mos. Invitando a tomar parte en el Concilio Vaticano 11 como Pa– dre del mismo, se halló en Roma durante la segunda etapa de 1963. Pero ya el S de febrero de 1964 presentaba al cardenal p1·cfecto de Propaganda Fide la renuncia al cargo, dando como razón lo que– brantado de su salud, "notablemente debilitada en veinte aiios de trabajo misional en zonas tropicales" (12), Conseguida la aceptación de la renuncia, esperó a la toma de posesión de su sucesor y se rein– corporó a la custodia del Ecuador. Más tarde pasó unos aiios en la provincia; en la actualidad ejercita una actividad auténticamente misionera en la región ecuatoriana de San Miguel de los Bancos. El uno de febrero de 1965 monseñor Alfredo Bruniera, nuncio apostólico en el Ecuador, comunicaba el nombramiento del pa– dre Alejandro Labaca como sucesor de monseñor Gamboa en el car– go de prefecto apostólico. El nuevo prelado, de edad de 45 años, había pasado en la misión china de Pingliang oaho años, desde 1946 hasta 1953. Después de un año de permanencia en la provincia, ha– bía sido destinado en 1954 al Ecuador donde desempeñó cargos im– portantes, entre ellos el de custodio pro~incial de 1961 a 1965. La toma de posesión tuvo lugar el 21 de marzo de 1965. Con tal ocasión viajó al Aguarico el nuncio monseñor Bruniera, acomraiia– do del embajador de España conde de Urquijo. También el nuevo prefecto apostólico figuró entre los Padres del Vaticano II en la cuarta y última etapa, del 14 de septiembre al 8 de diciembre de 1965. Le tocaría, por una parte, recoger el fruto de la labor de ocu– pación misionera y de lanzamiento de medios eficac·es de la clapa anterior. La presencia de la Iglesia se hacía sentir benetiiciosalllcn– te de muchas maneras. Pero, por otra parte, tuvo que plantcar en serio al personal misionero la nueva realidad que se estaba impo– niendo aceleradamente desde la llegada, en 1967, de las cornpaiiías (12) Arch. Pref. Ap. 1-1, 4. -26-
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