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pos de apostolado con gran aceptación de la jerarquía y del pue– blo, se comenzó a trabajar en serio en la formación de capuchi– nos ecuatorianos. Por otra parte, era ya un hecho la expulsión, consumada en 1953, de todos los misioneros, asimismo vasco-navarros, de la recién erigida diócesis de Pingliang, en China. Este doloroso su– ceso, lejos de amortiguar el fervor evangelizador en los expulsa– dos y en un buen sector de religiosos de la provincia, contribu– yó a encenderlo más. Para entonces otros dos grupos de misioneros avezados ha– bían quedado disponibles, al finalizar el contrato que existía en– tre la provincia y las misiones de Guajira y Caquetá en Colombia. Era el momento propicio para encauzar aquel entusiasmo y aquellos efectivos. Una misión en la selva, con tribus en estado primitivo, sin otras vías de comunicación que los ríos, ofrecía excelentes condiciones para llenar las aspiraciones y para decir también algo a la juventud que llenaba las casas de formación. Fue en esa coyuntura cuando llegó la propuesta de los misio- · neros italianos del vicariato apostólico del Napo; se mostraban dispuestos a ceder a los capuchinos, como misión independiente, todo el territorio correspondiente al cantón Aguarico. Con el fin de contar con la información necesaria, el custo– dio provincial, padre Ruperto de Arizaleta, comisionó al padre Miguel de Huarte-Pamplona, veterano misionero del Caquetá, pa– ra que hiciera una visita detenida y ·estudiara sobre el terreno las condiciones en que se desenvolvería la vida misionera en el ca– so de que la provincia aceptara el proyecto. De regreso a !barra, el padre Miguel, con fe·oha 22 de enero de 1953, redactó un infor– me completo y objetivo sobre la tierra, los habitantes, las comu– nicaciones, medios de vida, estado de la evangelización, recursos económicos, etc. Concluía apoyando calurosamente la aceptación de la misión, "la más apropiada -decía- a las aspiraciones de la provincia de Navarra"; alentaría el entusiasmo de los jóvenes, daría estímulo a la colaboración misional de los fieles, en espe– cial a la reorganización de los roperos que existían con este fin en varias poblaciones y, en cuanto a la custodia, no había duda -16-
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