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gresiva, que debería iniciarse también con los otros grup<>s aún no abordados. El grupo del río Kahuimena, que parecía pacificado por las visitas del padre Alejandro, comenzó a dar señales de inquietud ante la penetración arrolladora de la compañía CEPE en la zo– na : aparecían en las trochas lanzas atravesadas, señal de belige– rancia; fueron vistos aucas pintados de achiote tomando actitu– des de significación bélica. La compañía, alarmada, requirió una vez más Ia presencia del misionero. Con ese fin realizaron varias entradas por el Yasuní y en helicóptero el padre Alejandro, el voluntario Otorino Coquinche y las religiosas Inés Ochoa e Inés Arango. Se comprobó que, en realidad, los del grupo no abrigaban intenciones agresivas. Pero, a petición de la CGG, el padre Alejan– dro redactó con fedha 17 de mayo de 1979 un informe en que ex– plicaba el por 'qué 'de -la agitación de los huaorani; era causada por el avance de las compañías, el volar incesante de los helicóp– teros, el transitar de vehículos, las detonaciones, todo lo cual iba ahuyentando la caza de toda la zona. Equivalía a sitiar por ham– bre a los habitantes de la selva. Aconsejaba que CEPE renunciara a la exploración del territorio donde se hallaba el grupo Tagaeri, con el que nadie había podido tener hasta entonces contactos amis– tosos. Y prometía intentar la entrada en este grupo en fecha próxi– ma. Efectivamente, en agosto de 1979 ei padre Alejandro estaba es– tudiando esa nueva aventura de descender pacíficamente en las viviendas ·de los 1huaorani de Tagaeri. Es de suponer que su nue– vo cargo de superior regular no le impida seguir adelante en el plan auca. Este misionero ha ido describiendo en sus Crónicas huaorani, con lenguaje expresivo y realista, sus experiencias con el grupo del río Kahuimena (10). (10) Aparecidas en OPI. desde el número 116 (1977). -151-

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