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do se acercaban al campamento, llevándose cuanto les llamaba la atención. Fue muy útil la experiencia de la segunda de esas permanen– cias del padre Alejandro, acompañado del padre José Miguel Gol– dáraz, del 5 al 23 de agosto de 1976. De momento se trataba sólo de darse a conocer el misionero como tal, dejarse observar, dar satisfacción a sus preguntas e ir aprendiendo pacientemente la lengua (6). Gracias a la liberalidad de las compañías, en especial de la CGG, se pudo disponer de helicópteros para descender en las vi– viendas mismas de los huaorani, muchos de cuyos moradores co– nocían ya al padre Alejandro. Una primera visita suya fue total– mente positiva. En otra más detenida, a fines de 1976, convivió con el grupo Huiyakan-Kay, uno de los del río Dicaron (Yasuní/. Fue objeto de cordial acogida, no sólo por la importante partida de regalos que llevó consigo, sino también por la confianza que ya les inspiraba. Al segundo día tuvo la peregrina idea de hacer– se adoptar como hijo por un matrimonio anciano, con un rito muy significativo, y se declaró hermano de todos los miembros del clan. Más aún, cediendo a un impulso sincero de plena integra– ción tribal, se despojó totalmente de sus ropas apareciendo des– nudo en medio de ellos; este gesto le .ganó definitivamente la con– fianza y aun el afecto de todos. Lo propio haría algo más tarde el padre José Miguel en su primera entrada a los huaorani. En el laborioso diálogo, sirviéndose de los pocos vocablos aprendi– dos, el padre Alejandro pudo ir entrando en la mentalidad ·reli– giosa, ética natural y costumbres de uno de los pueblos más pri– mitivos que hoy subsisten. Las visitas menudearon en 1977. Las reclamaban los direc– tivos de la CGG, inquietos por la rapacidad de los aucas, que des– valijaban los campamentos, llevándose a veces aun las carpas que servían de cobijo a los trabajadores. Cada aparición de los mi– sioneros era para ellos un día de felicidad por los abundantes presentes que les llevaban: vestidos, herramientas, aves de corral, perros, escopetas. Además de un recurso para granjearse su vo– luntad, era éste un medio de promoción humana, y un primer pa- (6) OPI, n• 111 (1976) 21-23, 27s. 148-

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