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En 1974 una buena parte de los 500 aucas, más o menos, de la zona, se .hallaban agrupados pacíficamente en el poblado de Ti– hueño, dirigido por el Instituto Lingüístico de Verano; se :habían acostumbrado al trato con los blancos, no usaban armas y se pres– taban gustosos para lanzar a sus connacionales llamadas por medio de altavoces desde las avionetas para disuadirles de su ac– titud agresiva. Hay otro poblado, el de Dayuno, en el río Curaray, formado por Zoila Huinán, mujer auca que primero abandonó su tribu y se incorporó a la misión evangélica, aprendiendo el castellano y el quichua, y luego volvió a internarse en la selva, logrando se le reunieran numerosos aucas de los que anteriormente mero– deaban por las inmediaciones de Coca. Ocho de los vecinos fueron llevados a visitar la capital del Ecuador en noviembre de 1974, siendo recibidos por el ministro de Defensa y por el Secretario de Estado. Disponen de una escuela (5), Por fin se le ofreció al padre Alejandro Labaca la oportuni– dad de trabar contacto directo con sus huorant, como él prefiere llamarlos. La CGG (Compagnie Génerale Géograpique), acam– pada en Pañacocha, llevaba a cabo, por cuenta de CEPE (Consor– cio Estatal Petrolero Ecuatoriano), prospecciones en toda la zo– na auca. Centenares de trabajadores serían obligados a acampar en grupos en medio de la selva y tenían necesidad de asistencia ministerial, pero sobre todo de alguien que les ayudase a supe– rar la zozobra en que vivían por las •visitas continuas de los au– cas a los campamentos. El padre Alejandro se ofreció a realizar ese apostoljldo, que fue muy del agrado de los directivos. Para la finalidad principal de aproximar a los aucas conta– ba con el apoyo del joven huaorani Samuel Padilla, el hijo de Da– 'yuma, que ya conocemos. Había sido contratado expresamente por la compañía como necesario hombre de contacto con su gen– te. En efecto, era deseo de la CGG evitar todo encuentro violen– to con los aucas. La primera labor fue crear en los grupos de tra– bajadores, en su mayoría quichuas, un sentido de hermandad con los temidos salvajes y de paciente comprensión con ellos, muy necesaria ésta, ya que mostraban una rapacidad incontenible cuan- (5) OPI, n• 71 (1974) 16-22. -147-
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