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de su Santidad para llevar a cabo la empresa de los aucas; al mis– mo tiempo pedía orientación sobre dos puntos: primero, si era lí– cito exponer la vida de los misioneros, de los seglares y la suya pro– pia en esa aventura, y segundo, hasta qué punto podía entablarse una colaboración con los "lingüistas" protestantes, que llevaban adelante el plan .de evangelizar a los aucas. Acerca del primer punto, la Secretaría de Estado le remitió el parecer anónimo de una "person aautorizada", consistente en citar la Suma de santo Tomás donde trata "de fuga tempore persecutionis", y las nor– mas "de prudentia pastorali" de Benedicto XIV (3). En el curso del año 1966 se :hicieron hasta trece :vuelos de reconocimiento, gracias a la avioneta adquirida por la misión con esa finalidad principal. Los vuelos prosiguieron en 1967; sólo en el mes de abril se hicieron cuatro. En todos ellos se iban echan– do a los aucas ropas, semillas, aves y objetos que se creía les in– teresaban. Las primeras reacciones fueron hostiles; al ver la avio– neta evolucionando sobre sus viviendas, en un principio se oculta– ban, otras veces tomaban actitudes amenazadoras, arrojando sus lanzas contra el aparato. Cuando se percataron de que los ocupan– tes de la avioneta no eran enemigos suyos, ya que les llevaban tan buenos regalos, fueron cambiando; al reconocer la avioneta de la misión, salían confiados, recogían los paquetes con gozo, aplau– dían las evoluciones sobre sus chozas y saludaban con hojas de plátano en las manos; algunos aparecían vestidos con las ropas que se les habían echado. Hasta hacían señales invitando con ade– manes amistosos a los misioneros a descender. Por fin, entre los huaorani · Todo parecía maduro para planear la entrada definitiva. Pe– ro era imprescindible disponer de un heUcóptero. Con fecha 27 de octubre de 1967 se decidió el prefecto apostólico a pedirlo al presidente de la república, al mismo tiempo suplicaba se conce– diera a los misioneros libertad de acción para los contactos con los aucas. Podía perderse la oportunidad de la buena disposición de éstos, ya que era de temer que de nuevo se exacerbaran con (3) Arch. Pref. Ap. 1-1; 3-3. Existe también la respuesta de un teólogo de ia provincia sobre el problema de conciencia del prefecto. -145-
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