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Otra interesante operac10n por tierra y aire tuvo comienzo el 9 de junio del mismo año; debía ser combinada, pero de he– cho ni los de la avioneta vieron a los de tierra ni éstos ·vieron la avioneta. Esta vez la ruta fluvial fue el Indillana, partiendo de Pompeya. La expedición iba dirigida por el padre Astráin con un grupo de seis indios debidamente pertrechados. Duró ocho días, uno a motor, cinco a remo y dos a pie. Por los senderos, llenos de huellas, se dieron cuenta de que el Indillana era el río de los au– cas. Los indígenas que acompañaban al misionero se mostraban tan penetrados de miedo, creyendo escuchar día y noche sonidos de los aucas imitando diversos animales, que hubo que regre– sar. El 30 de junio de 1965 monseñor Labaca realizó una inspec– dón por aire siguiendo el curso del río Indillana hasta la altura de las casas de los aucas con el fin de observar las posibles ru– tas de acceso. Y el 5 de julio salió de Pompeya una expedición bien nutri– da, compuesta del mismo prefecto, del padre Astráin y trece 'hom– bres en dos canoas. Bogaron tres días a motor y día y medio a re– mo. El día 9 llegaron al varadero de San Carlos, donde acamparon En ese mismo sitio hallaron una lanza de los aucas; plantaron una cruz y llamaron al sitio Cruz Tambo. Una primera exploración les dio la certeza de que se hallaban en pleno dominio auca. Los indí– genas de la comitiva temían de un momento a otro ver caer sobre ellos a los salvajes. El día 10, después de una marcha penosa, al– canzaron el segundo objetivo, el río donde se encontraban las ·vi– viendas. Pero el mal tiempo y la falta de provisiones aconsejaron emprender el regreso sin haber trabado contacto con Jos aucas. Otra penetración de monseñor Labaca con seis indios el 26 de agosto del mismo año, tuvo idéntico resultado. Se sacó la con– clusión de que, para moverse en la selva, no basta disponer de un mapa más o menos aproximativo ni de una buena brújula, sino que hay que confiarse a un buen conocedor de los parajes y de las condiciones de la marcha. El prefecto apostólico interrumpió sus entradas en la selva para ir a Roma a asistir a la etapa final del Concilio. El 19 de no– viembre de 1965, en un escrito a Pablo VI, imploraba la bendición -144-
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