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abiertos por ellos y ver si correspondían con señales de amistad. Después se trataría de llegar a sus caseríos. Se contaba con el be– neplácito del nuncio de su Santidad. El 11 de septiembre de 1964 partió de Nuevo Rocafuerte la expedición. La componían el padre prefecto, dos religiosas lauri– tas, un blanco y oaho indios. Surcaron el Tiputini durante cuatro días y medio, viajando de día. Establecieron d ca:npamento a la orilla izquierda del río, unos dos kilómetros más arriba del afluen– te Rumiyacu. Realizaron excursiones internándose en la selva; en– contraron huellas de cacerías de los aucas, pero nada más. Abrie ron dos picas o trochas avanzando unos seis kilómetros, también sin resultado. Observaron que el río Tupitini iba bajando notablemente de nivel con peligro de que a poco quedara impracticable para re– gresar .en canoa. Por otro lado, las madres lauritas no habían lo– grado dormir ni una sola noche en los diez días que llevaban en la selva; se hallaban muy desmejoradas. No hubo más remedio que emprender la vuelta. Más tarde, en las inspecciones realiza– das con la avioneta, se comprobaría que las viviendas de uno de los grupos aucas se ·hallaban a unos cinco kilómetros al sur del lugar del campamento. Ese fracaso vino a reforzar la persuasión de que nada podía intentarse en firme si primero no se llevaba a cabo, por medio de inspecciones aéreas metódicas, la localización precisa de los cen– tros de operación de los varios grupos aucas; 'había que disponer de un gráfico exacto de ríos, trochas y grupos de chozas. Es lo que se inició bajo el gobierno del nuevo prefecto apostólico monseñor Labaca. ' El 22 de mayo de 1975 volaron a cota baja por toda la zona, en un bimotor Douglas de la compañía TAO, el mismo padre prefecto, el padre Miguel de Huarte y el padre José Manuel Astráin. Pudie– ron localizar al norte del río Cononaco un grupo de viviendas con sus ohacras y desmontes; vieron también un grupo de aucas desnu– dos que miraban recelosos al avión. En un claro de la selva, fren– te a la desembocadura del Coca, vieron un tambo grande; probable· mente era el centro de donde partían los ataques contra los ha– bitantes del Napo y Payamino. - 143

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