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zados. Se hicieron gestiones con los organismos oficiales para con– seguir un helicóptero, pero sin resultado. Llegado de Sibundoy el padre Bartolomé, se dio de lleno a la disposición de todo lo necesario para el intento. Pero, de im– proviso, regresó a su misión sin dar explicaciones. Parece que le asustaron las noticias de sangrientos encuentros recientemente ocurridos entre soldados y trabajadores con los aucas (1), Era, en efecto, aquel un momento de particular agresividad por parte de los aucas. Sus acometidas tenían en vilo a las pobla– ciones en una extensa zona del Napo. La primera tuvo lugar el uno de julio de 1958 en el lugar de Zupaimolino, a cinco kilóme– tros de la recién fundada residencia de Coca: tres indios yum– bos, que volvían de una cacería, fueron atacados por unos diez o quince aucas: una lanza atravesó la mano de uno de los yumbos. En 1960, frente a la hacienda San Carlos, un indio fue atravesa– do por trece lanzas mientras se hallaba cultivando su chacra. En 1961 moría igualmente atravesada por cinco lanzas una mujer in– dígena y una partida de unos treinta aucas caía sobre un hombre, dándole muerte. El 11 de marzo de 1962, en la orilla derecha del Napo, a sólo doscientos metros de las instalaciones de la misión, en Coca, moría alanceado un joven yumbo; cuatro compañeros su, yos se libraron de la muerte lanzándose a tiempo al río. En noviem– bre de ese mismo año, cerca del río Zuyuno, perecía otro indígena; era la primera vez que los aucas atravesaban el Napo para matar. En 1963 hubos dos ataques sin víctimas, uno de ellos frente a la re– sidencia de Coca, al otro lado del Napo. En 1964 fueron cuatro los ataques en las inmediaciones de la misma residencia, siendo numerosas las víctimas. A raíz del reali– zado el 18 de mayo por ooho aucas ~n el río Payamino, la fuerza mi– Íitar 1yudada por la población, persiguió a los atacantes, logrando capturar a una muchacha por nombre Onkay, herida de un disparo. Este episodio tuvo consecuencias enojosas para la misión. La india fue confiada al cuidado de las misioneras lauritas del hospital de Coca, donde fue curada, vestida y bien asistida. A los dos días (1) Sigo la detallada relación del padre Camilo y la que escribió el padre Bartolomé de Lgualada para el nuncio, Arch. Pref. Ap. 3: Aucas. -141-
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