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de la parte católica no se hacía nada. Consideró por ello provi– dencial la llegada del padre Bartolomé de Igualada, misionero capuchino del vicariato de Sibundoy, en Colombia, hombre de gran experiencia en excursiones por la selva. Este padre, en una en– trevista con el nuncio, consiguió la autorización para intentar la entrada en territorio auca, autorización que fue comunicada al vicario apostólico de la misión josefina por monseñor Gamboa con fecha 14 de junio de 1961. Se procuró obtener información copiosa sobre la ubicación de los aucas por medio del aviador capitán Gonzalo Ruales, ex– perto conocedor de la región oriental, y de otros que habían efec– tuado vuelos por la zona, asimismo por medio de vecinos de Ro– cafuerte, que habían trabajado con los caucheros y con las empre– sas petroleras, y de los indígenas, muchos de los cuales habían te– nido contacto directo con los salvajes. El 13 de junio estaba todo listo para la expedición, compues– ta de dicho padre Bartolomé, del padre Camilo de Torrano, ·un blanco y cinco indígenas. El plan era remontar en canoa el río Ya– suní partiendo de Nuevo Rocafuerte. La víspera de la partida; ha– biendo llegado el capitán Ruales, se vio la conveniencia de vo– lar con la avioneta misional que él pilotaba sobre la zona para localizar las viviendas de los aucas. Media hora de vuelo bastó para convencerse de que la empresa era imposible: descubrieron algunas chozas en el interior, lejos de los ríos y en lugar totalmen– te inaccesible por tratarse de la temporada de las lluvias harían falta unos tres mes.es para llegar a las habitaciones divisadas. Además no disponían de intérprete. Se hubo, pues, de desistir por esa vez. Pero los miSioneros de la prefectura no se dieron por vencidos. Ahora se pensó en or– ganizar un plan combinado con los misioneros josefinos, bajo la dirección del mismo padre Bartolomé de Igualada. Como prepa– ración, se realizaron vuelos de inspección con la avioneta misio– nal, arrojando paquetes con objetos que podían interesar a los aucas, incluyendo fotografías de misioneros, para que al llegar a ellos fueran reconocidos. Los padres josefinos, por su parte, in– tensificaron los trabajos que habían iniciado para abrir, por tie– rra, una pica que los llevara hasta los mismos tambos ya locali- -140-

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