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Entre tanto los protestantes iniciaban la empresa con un pri– mer intento de resultado trágico. El 8 de enero de 1956 morían a manos de los aucas cinco misioneros de un grupo evangélico que dos días antes había aterrizado con una avioneta en el río Araju– no. El hecho produjo enorme impresión en todo el mundo. Y fue la viuda del piloto por nombre Rachel Saint, la que logró iniciar con éxito los primeros contactos con los mismos asesinos de su marido gracias al buen servicio prestado por Dayuma, auca fugada en su tribu en 1945 con otras tres mujeres, de resultado de una matanza realizada en su familia por uno de los jefes. Había sido bautizada por un misionero josefino y estaba casada con un qui– chua de apellido Padilla. En 1958 Dayuma fue enviada a la selva, junto con su hijo de ocho años Samuel Padilla (Kianto), para encontrar a sus parien– tes y preparar el terreno. Volvió a entrar acompañada de Rache! y de u:1a compafera de ésta, Elisabeth Elliot. Formaron un caserío con 56 aucas a la orilla del río La:huana Yacu. En 1959 llegaron por aire dos hombres. En los años siguientes continuaron las entradas de los "lingüistas" evangélicos en otros grupos aucas. En 1967 aten– dían en Tihuano una población de más de cien aucas con una es– cuela. Rache! no permitía la entrada a los extraños, celosa de la inalterabilidad del estado primitivo de sus amigos de la selva. Sa– muel Padilla, el hijo de Dayuma, fue llevado a realizar estudios superiores en Estados Unidos. Más tarde regresaría entre los su– yos y sabría utilizar muy bien su excelente formación, así como el dominio del auca, quichua, español e inglés, para servir de guía a los visitantes de los poblados aucas y obtener buenos sueldos de las compañías petroleras. ( No fueron tan afortunados en esa primera fase los mrswne– ros católicos, y ello por varias causas. Las padres josefinos del Napo apetecían para sí esta gloria, como es muy comprensible, y obtuvieron del nuncio, en 1957, la exclusiva en la reducción de ias tribus aucas; para esta empresa se les asignó una buena sub– vención; fundaron con este objeto una residencia en el Curaray. El prefecto apostólico padre Miguel Gamboa veía con pena el interés que iba despertando la iniciativa protestante, dada a co– nocer en todo el mundo por medio de revistas y libros, mientras -139-
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