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sJon. En la prefectura ha habido en todo tiempo quienes se han dado con tesón al aprendizaje de la lengua indígena. Pero al adop– tar los textos litúrgicos en quichua, sea para la Misa sea para la administración de los sacramentos, se sintió más la necesidad de un dominio serio del mismo por parte de cada uno de los misio– neros. En 1977 se programaron cursos de quichua para el perso– nal misionero por cuenta del equipo CICAME, con buen resulta– do. El segundo elemento es la vinculación a la tierra. El riesgo a este respecto era serio hace diez años por razón de la particular concepción de los habitantes de la selva sobre la propiedad del suelo. Desde siglos regía en el Napa el sistema tribal; el poder político, económico y social estaba encarnado .en la tribu y en su primera autoridad el cacique. Durante la época colonial, los mi– sioneros jesuítas intentaron, por medio del sistema de reduccio– nes, destribalizar a los grupos étnicos, con el fin de facilitar la adoctrinación cristiana y de desarraigarlos de sus costumbres gentiles. Nacieron entonces las mitas de servicio personal, como sucedía en otras reducciones de América y en las encomiendas. Con la expulsión de los jesuítas en 1767, los indígenas queda– ron por un lado sin el amparo del misionero, cuya autoridad da– ba cohesión a los poblados, y por otro sin el respaldo natural de la tribu, que seguía dando personalidad a los grupos no cris– tianizados. Fue entonces cuando dio comienzo la explotación por parte de las hacendistas y traficantes blancos, que hizo fácil presa en el indio étnicamente indefenso; éste tuvo que arrimarse al pa– trón para poder sobrevivir, en el régimen de esclavitud por deu– das que ya conocemos. Esta nueva condición contribuyó todavía más a la debilitación de la conciencia de grupo entre los yumbos del Napa inferior y a cierta anomía social desintegradora (8). La labor de liberación realizada por la misión mediante la ins– trucción popular, la creación de puestos de trabajo retribuídos y el pago de las deudas de los indígenas, preparó el terreno para un nuevo paso, muy necesario en el nuevo contexto demográfico cre– ado por la colonización mestiza. Si para el colono la defensa era la cooperativa, para el indígena sería la comuna. (8) Cf. Los Quichuas del Coca y Napo, ll!H22. -130-
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