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10. LABOR INDIGENISTA Después de la segunda guerra mundial se fue notando en la teología misionera de la Iglesia, especialmente a nivel de magiste– rio, una orientación cada vez más marcada hacia el respeto a las culturas autóctonas y la atención a los gérmenes de la verdad re– velada dispersos en todos los pueblos, así .como a los valores na– turales, éticos y religiosos, con frecuencia muy estimables. Pero .fue el Vaticano 11 el que proclamó paladinamente esa ley de en– carnación trazada por Dios en su designio salvador, no sólo en la vida y en la obra de Cristo, sino también en la misión de la Igle– sia como presencia del Reino. "Todo cuanto de bueno y de ver– dadero hay en cada pueblo, la Iglesia lo mira como una prepara– ción para recibir el Evangelio" (LG, 16). " Cada elemento de bien, presente y rastreable en el corazón y en la mente humana, o en los usos y culturas particulares de los pueblos, no sólo no debe de– jarse perder, sino que ha ·de ser sanado, elevado y perfeccionado para gloria de Dios, confusión del demonio y felicidad del hom– bre" (AG, 9). Vimos ya cómo el año mismo de la terminación del concilio, 1965, entraba en funciones el Secretario de Catequesis, Liturgia, Música Sagrada y Arte Sacro, orientado hacia una pastoral más integrada en el contexto humano real; y hacia el equipo que asu– miría, aunque no exclusivamente la tarea de poner a salvo los valores indígenas dentro de una genuina cristianización. Centro de Investigación Cultural de la Amazonía Ecuatoriana (CICAME) A lo que parece, la primera idea del CICAME no fue inspi– rada tanto por una dinámica interna de los nuevos rumbos pas– torales cuanto por la necesidad, muy normal en aquellas fechas, - 123 ~

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