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agrupada un promedio de sesenta familias. En 1979 las coopera– tivas eran once en la zona de Sachas y quince en la de Eno-Shu– shufindi. Gracias a los créditos bancarios, a la asistencia técnica estatal y a la facilidad de exportación, antes de que la riada des– truyera los puentes, se incrementó notablemente la producción agrícola y ganadera. También ha hecho acto de presencia el turismo. Gente adine– rada, especialmente de Norteamérica, ha comenzado a sentirse atraída por la naturaleza tropical. En la actualidad el Flote! Ore– llana -hotel flotante- recorre el trayecto navegable del Napo entre Coca y Pompeya con grupos de visitantes de la selva. Desde el punto de vista demográfico la consecuencia más importante es que los grupos indígenas -yumbos y cushmas-, que hasta esas fechas formaban la casi totalidad de la población, ahora han pasado a ser minorías con grandes problemas de in– tegración (2). La pastoral misionera se halló en el curso de dos o tres años con una realidad totalmente nueva, dos campos de acción evan– gelizadora muy diversos: la zona de la ribera del Napo y sus afluentes, que seguía siendo el habitat de los indios hasta en– tonces atendidos -cerca de 4.000- y la zona de la carretera, in– vadida por mineros y colonos, en constante y desordenado incre– mento, tal como aparece en la estadística de estos años publicada en el Anuario Pontificio: Año Habitantes Católicos Año Habitantes Católicos 1965 4.610 4.020 1973 12.854 11.202 1966 7.540 7.510 1975 19.400 16.212 1969 8.553 7.510 1977 22.520 19.750 1971 8.600 7.465 1978 24.700 21.800 1972 12.500 11.745 El problema del indígena de la zona fluvial, en esa alteración repentina de su entorno humano, es de integración y de conserva- (2) Relación de junio de 1975, Arch. Pref. Ap. 3-1; A. Labaea, cantón Orellana., "roca. madre" del petróleo, OPI, n' 68 (1974) 34-39 -115-
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