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Diez años más tarde, en 1620, salieron de Quito tres jesuítas. Por Baeza se dirigieron a Puerto del Napo. Descendiendo el cur– so superior de este río, entraron en contacto con los indios en– cabellados, coronados y avishiras, llegando hasta la tribu de los omaguas, que habitaban en el territorio entre el Aguarico y el Napo, "desde la quebrada de Eno hasta las juntas que hacen los dichos ríos", precisaba uno de los misioneros. Lograron fundar con unas cien familias el pueblo de San Juan de los Omaguas; para catequizados se sirvieron de un buen intérprete. "Gente de buen entendimiento -dice la misma relación-, trabajadora y guerrera. Visten ropa de algodón". Dos eran los obstáculos prin– cipales para la evangelización: la embriaguez de los indios y la codicia de los encomenderos blancos. La misión quedó interrumpida, porque los superiores de Qui– to no quisieron sostenerla por entonces. Otro intento similar en 1630 fracasó por la oposición del gobernador de Baeza, presiona– do por los encomenderos. En 1633 llegó la vez a los franciscanos. Cinco de ellos, proce– dentes de los conventos de San Pablo y San Diego de Quito y diri– gidos por fray Francisco Anguita, eligieron la ruta de Sucumbios. En 1635 se les juntaron en Bcija otros cuatro hermanos de hábi– Lo. Iniciaron su labor con los indios seños, descubrieron luego a los becabas y llegaron al territorio de los cofanes, que habían si– do conquistados y estaban ya "pacificados". Todavía llegó otra 1tueva expedición en 1636. Remontando el Napo, enlazaron algu– nos de los misioneros con la tribu de los tcahuates o encabellados y ·Con la de los avishlras. Estas expediciones coincidieron con la acción de conquista del capitán Juan Palacios contra los indios ri– bereños del Napo. Otra nueva expedición de franciscanos recoletos salió en 1646 con destino a los indios omaguas. Por desgracia, eran intentos de evangelización que duraban cuanto la presencia de las tropas ex– pedicionarias. Los indígenas se iban habituando a identificar de– masiado al misionero con el conquistador y el encomendero. En 1654, y siguiendo la misma ruta fluvial Sucumbíos-Putu– mayo-Napo, dirigió una expedición de jesuítas el padre Raimundo de Santa Cruz, llevando por escolta dos arcabuceros españoles, -9-
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